¿Qué
dicen mis ojos cargados de río y mar, en la penumbra de tus montañas? ¿Qué
vocablos desfilan por las cornisas de mis párpados, humedecidos de alondras y
nubes? Una gota de pena se afirma a mi costado herido, cuando el sol ama la
noche porque su luna coronada ha aparecido... Una lágrima no se distingue de tu
rocío porque el alba perdió su ternura... y en medio de una sinfonía de
estrellas acalladas... Un poeta se muere como el crepúsculo busca su tumba
entre la nada... ¿Qué lees en mis pupilas cargadas de hastío, en la penumbra de
tus recuerdos diáfanos y fríos? ¿Qué palabras desfallecen por las laderas de
mis cerros, bañados de golondrinas y viento? Una pena más en mi tango de
señores olvidados... una estrofa menos en mis arrabales de veranos... ¿Qué será
de mí sin mi llanto, sin mi tierra enmarañada de silbidos, ni la espuma de tu
risa; ni mi diciembre febril lleno de espanto?
Emanuel
Nicolás Soverchia
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