Era
de sombras, la laguna de tus ojos... y de luces tu siniestra alborada. Como un
cerro en medio de la planicie, como un todo en medio de la nada...
Era
de mares, la timidez de tu calma... y de cielos tu esplendorosa mañana...
Era
de azules, el púlpito de tus plegarias... y de feroces mirardas en la niebla
apagada. Como ríen los labios de tus noches desnudas; tu piel de miel y
cerezas; tu nido entre mi suelta mojada.
Era
de crepúsculos tibios y de animales mañanas; era como siempre eras; azul y
ensimismada... cada vez que tus lazos de Medea, se acomodan con la dulce
transparencia, ondulándose sin versos ni prosa, sobre la plenitud de mi
almohada.
Emanuel
Nicolás Soverchia
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